Una extraña niebla cubría el día, una sensación de humedad lo envolvía todo y me embriagaba los sentidos. Íbamos camino de Belén a ver la iglesia donde según la tradición se rememora su lugar de nacimiento, el de Jesús, el Mesías según la religión.
Más allá de si es verdad o mentira para mi representaba un querer nacer de nuevo a una conciencia mayor pero también querer nacer para los demás, como el hizo, y poder salir de la cárcel del egoísmo.
Una vez dentro, había al menos 300 personas delante nuestra para pasar unos momento escasos en ese lugar que se hallaba bajo el altar y que se accedía por una escalinata que te hacia descender hacia dicho lugar representado el descenso del alma a la materia. Casi dos horas para un instante, una oleada de personas movidas por la fe, la curiosidad o el hecho de hacer lo que hacemos siempre, ir donde van otros.
En la cola, una extraña voz resonó en mi cabeza al mirar un cuadro de Jesús, ¿POR QUÉ NO ENTRAS?, decía esa voz. No tenía claro que sucedía pero me deje llevar y con un estado egóico de necesidad como el que busca a su salvador guiado por la fe, me fui separando del grupo, saliendo de la columna de personas y dirigiéndome al altar como quien se siente o se sabe de allí. En ese instante el altar queda vacío porque estaban sacando a una persona que se había desmayado y se abrió un acceso a la entrada donde está la estrella que marca su lugar de nacimiento. Cuando me quise dar cuenta estaba bajando las escaleras hacia tan esperado lugar.
Bajé, toque su estrella y me senté en un banco pequeño que se encontraba debajo y veía grupos y grupos entrar y salir mientras pasaba desapercibido para los responsables del lugar que cada cierto tiempo invitaban a todos a ir saliendo por la otra escalera distinta a la entrada.
Espera conectar con él, oír su voz, esperaba que me ungiera o me tocara con su luz como el que ansía beber ese agua de la vida que de él emana, pero en ese instante no sentía nada de eso, solo me llenaba de fe, más y más fe que cada persona derramaba allí.
Era tanto el amor y la necesidad de que allí estuviera su esencia que estábamos creando entre todos un puente de conexión con él y fuera ese o no su lugar real de nacimiento ya estaba creado ese vórtice de amor convirtiendo ese espacio en algo sagrado y transformador para todos.
Arranqué a meditar para ir a mi corazón, y sentir su amor. Un estado de conciencia me traía imágenes continuas de Jerusalén, de diferentes lugares de Tierra Santa, comencé a vislumbrar revelaciones del pasado y como la lucha de creencias en el alma ha embotado su Sabiduría por tan diferentes vidas y memorias almacenadas que no le dejan discernir ni sentir la facilidad de la evolución.
Pude sentir como el amor libera, y como ese es el único camino, despertar ese amor para vivirlo en ti y en otros, para ti y para otros.
Todo lo que necesitamos es aprender amar y eso ira transformando todo, llevar el amor cada vez a una expansión mayor y soltando todas las limitaciones e identificaciones que nos sostienen presos del dolor, el miedo y la culpa y como esto nos hace indignos de la majestuosidad del amor que trae en si, la facilidad de la abundancia.
Dejar que ese cristo interior viva en nosotros negándonos a nosotros mismos dejando morir al ego en ese camino pero reconociendo que somos Dioses en su estado potencialidad, maestros y alumnos del amor.
Aquí me regalo Jesús una enorme revelación de la lucha de creencias que como creaciones que son, intentan echar raíces y crecer en la materia bloqueando así la naturaleza propia de la sabiduría que somos.
SOLTAR TODO Y SER CONSCIENTES DE LA MAGNITUD DE LA DIVINIDAD EN NOSOTROS. JESÚS MURIÓ PARA QUE VIERAMOS LA PROTECCIÓN DEL EGO EN LAS PERSONAS Y COMO TEME AL AMOR, PORQUE EN EL VE SU PROPIA MUERTE.
Jesús es mi vida y desde él vivo en mi, me ayuda cada día a recordar el amor y que ese ha de ser mi meta y mi camino, soltar mi propia lucha de creencias, soltar mi propia Tierra Santa para vivir la sabiduría que soy libre de las cadenas del ego.
La comprensión de la vida y la muerte nos lleva a conectar con lo invisible, en el nacimiento y el como morimos y sus creencias implícitas se esconde Jerusalén, nuestro olvido del alma. Aceptar y comprender lleva al alma a ser libre de la separación y el olvido y nos impulsa hacia lo que somos.
Siéntete merecedor del amor que eres.
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